lunes, 15 de marzo de 2010

Horizontes

Carta de motivación

Leyendas humanas-. Cuenta la leyenda que hay un momento en la vida de toda mujer y de todo hombre en que se percibe la necesidad imperiosa de un cambio. Uno suele darse cuenta porque olvida las llaves de casa en la nevera, o cosas por el estilo (quien se sintió perdido alguna vez sabe de lo que hablo). Es entonces cuando uno tiene que tomar, sí o sí, cartas en el asunto para no perder su reputación –sea cual sea-.

Se abren entonces dos caminos, con lo que sólo hay dos opciones –llámenme radical-: a) seguir por la misma vereda y hacer caso omiso a lo que el corazón nos dicta, o b) tomar el desvío imaginado, soñado, proyectado.

Ni mujeres, ni hombres, ni Dioses, ni sabios, tuvieron nunca la respuesta definitiva a lo que uno tiene que hacer en estos casos.

Seguramente los soñadores insistirán en que se tome la senda desconocida y enigmática, aunque no sepamos muy bien adónde nos va a llevar; los más pragmáticos, sin embargo, nos recordarán aquel dicho que dice que ‘más vale bueno conocido que malo por conocer’, o sea, que más vale quedarse con el culo en la silla y el sueldo fijo a final de mes, se tenga la edad que se tenga, porque lo de soñar, como lo de decir la verdad, es cosa de niños o de locos, no vayamos a perder la cabeza.

Pues bien, no sé si por casualidad habrán reparado en algún momento que yo soy de aquellas personas que persiguen la verdad, o sea, que pierden la cabeza. Además, suele pasar que, tras largos periodos de reflexión, uno, efectivamente, tiende a hacer todo lo contrario de lo que en realidad había rumiado tantas noches, tantos trenes arriba y abajo, tantos paseos a solas por la Gran Ciudad. O sea, lo más insensato.

Lo que la leyenda nunca contó, aunque sí lo pregonaran algunos filósofos de la calle más de una y dos veces, es que algunos se encuentran solamente cuando se han perdido, cuando no saben cuál es el paso siguiente. De hecho, sólo son felices cuando no saben dónde estarán. Es cuestión de temperamentos: los hay organizados y los hay errantes, qué le vamos a hacer.

Espíritus periodistas-. Quiero ir a América Latina porque desde que pisé Bolivia en el verano de 2007 me di cuenta de que había algo allí que me hacía sentir, a pesar de la sensación de extrañeza, en mi propia piel. Quizá sea la calidez humana que allí se respiraba, la ausencia de gris, al que uno se acostumbra de tanto olerlo.

Si ya América Latina estaba en mi imagen mental como una gran tierra por explorar –hay quien sueña con Europa y hay quien sueña con América Latina-, después de aquel viaje de cooperación volví a la tierra que me vio nacer con un imán pegado al corazón, por eso creo que siempre querré volver. ¿Y por qué Ecuador? No lo sé, nunca había estado en mi cabeza, como tampoco lo estuvo Bolivia en su momento. Hasta que un día, apareció.

Me interesan la naturaleza, las personas, la humanidad y las manifestaciones culturales de éstas (cine, teatro, literatura, fotografía y música, especialmente), así como conocer el mundo y las diferencias y similitudes que le dan contenido y forma. Y creo precisamente que el periodismo es el mejor aliado para dar al mundo, a las personas que lo rellenan y a las relaciones que lo expanden y comprimen, contenido, y en el Nuevo Periodismo Iberoaméricano como el mejor método de acercamiento a la(s) realidad(es), más o menos subjetivas.

Así pues, creo en el periodismo como un antídoto contra la desidia, contra las fronteras injustificadas entre los demás y contra la pérdida de nuestra curiosidad innata. Hago periodismo, y quiero crecer como periodista, porque aun soy de aquellas personas utópicas que creen que el mundo puede o no ser mejor, pero no lo será nunca si no lo intentamos. Como dijo el uruguayo Eduardo Galeano,

"La utopía está en el horizonte. Me acerco dos pasos, ella se aleja dos pasos. Camino diez pasos y el horizonte se corre diez pasos más allá. ¿Para qué sirve la utopía? Para eso sirve: para caminar".

Llámenme insensata si quieren, pero las almas soñadoras nunca pudieron resistirse a los desvíos. O al menos, eso cuenta esta leyenda.
Nota: A pesar de ello, siembro dudas. También me gusta el viento de Barcelona cuando va a llegar la primavera, o cuando se lleva el invierno (por ejemplo)... Ay, el viento... Algunos decían: 'Dios dirá'. No, Dios no: el viento.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Aquells que mai s'han de plantejar el següent pas mai sabran qui són. Precisament, viure la vida prevista és ideal per no trobar-se a un mateix... ni amb els maldecaps que se'n deriven.

Quan un es troba en front de dubtes vitals es troba davant de qui será ell mateix en un futur: els propers 5 minuts o els propers 50 anys.

Per la resta... personalment desconfio de les emocions epifàniques que promouen certs viatges. Penso que són una guia interior, no exterior. No ens diuen quina geografia física hem de visitar, sinó quina geografia emocional (espiritual, si es vol) hem d'aprofundir. Si coincideixen, millor que millor, això si.