jueves, 4 de marzo de 2010

Febrero, casi un exabrupto

Apunte del mes de febrero
JOSEP MARIA Espinàs
Solemos decir que el tiempo pasa muy deprisa. Ya solo nos faltaba que el mes de febrero terminara antes que los demás. Íbamos tirando tranquilamente y de repente nos encontramos con que ya estamos en el mes de marzo.
Ya sé que quien trabaja y cobra por meses pensará que febrero es una ganga, y que ojalá todos los meses fueran igual de cortos. Sin duda, febrero es el mejor pagado de todo el año. Pero si dejamos a un lado el aspecto económico, la precipitada finalización de febrero puede tener un cierto impacto psicológico. A menudo decimos que el tiempo pasa tan rápidamente que no nos damos cuenta, y la llegada prematura del primer día de marzo es como una de esas pequeñas bofetadas que nos hacen conscientes de la realidad.
El nombre del mes proviene de la palabra del latín fabrarius, que equivale a purificación. No sé qué tipo de purificación deberíamos haber hecho en estos últimos días. Me atrevería a decir que más bien hemos actuado como si febrero viniera de fiebre. Pero resulta que, para mucha gente, todos los días del año son febriles, excitados, agitados. Por eso el tiempo pasa tan rápidamente. Quizá la excepcional brevedad de febrero podría ayudarnos a entender la brevedad del tiempo humano, si puedo decirlo así.
Hay un tiempo histórico, continuo, regular, que tiene un paso perfectamente medible. Curiosamente, es un invento de nuestra especie, que se concreta en los calendarios. No sé si existe la expresión «tiempo astronómico», pero podría servir por contraste. Por el contrario, nuestro tiempo, el particular de cada cual, el del día a día, es descontrolado. A veces avanza al paso lento de la tortuga; a veces, al paso rápido de la liebre. El tiempo personal es arrítmico. Decimos que hay días que no acaban de pasar nunca, porque nos resultan pesados y desagradables, y días que «pasan volando».
¿Podemos modificar el rígido paso del tiempo? Lo hemos intentado mediante el lenguaje. Por ejemplo, con la expresión tiempo muerto, que se aplica a ciertos deportes de equipo cuando el juego queda interrumpido por decisión de un árbitro o del entrenador de un equipo. Pero resulta que ese tiempo sigue pasando muy vivo, con frecuencia medido por un cronómetro.
Para mí, la expresión más sugerente es hacer tiempo. La utilizamos para indicar que estamos dispuestos a esperar que pase algo. Mientras esto no ocurra, haremos tiempo. Fabricaremos paciencia. Que es el arte de vivir el tiempo.

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