M. GODELIER, Acerca de las cosas que se dan, de las cosas que se venden y de las que no hay que vender ni dar sino que hay que guardar. Una reevaluación crítica del ensayo sobre el don de Marcel Mauss
“Toda vida social es intercambio”, decía Levi-Strauss. “El hombre no vive en sociedad como los otros animales sociales” sino que “produce sociedad para vivir”, dice Godelier. Para que esta sociedad se produzca, tiene que haber un grupo de individuos que tengan una identidad en común y que dependan los unos de los otros de manera recíproca, aunque a veces se tengan intereses opuestos, ya que “las contradicciones y los conflictos forman parte del funcionamiento normal de las sociedades”. Este es el telón de fondo de cualquier sociedad, más o menos mercantilista.
La finalidad del autor en este ensayo es estudiar qué lugar ocupa el don en las diferentes culturas del mundo y demostrar que también en sociedades capitalistas se da el don. Para realizarlo se ha basado principalmente en el Ensayo sobre el don de Mauss, así como en trabajos más recientes de Weiner y Damon, que estudiaron las islas Trobiand allá por los 70.
Afirma que hoy en día, aunque sea paradójico, el don vuelve a ser necesario para la sociedad. Pero ¿qué es el don? “Dar es compartir voluntariamente lo que se tiene o lo que uno es” y para que haya don, el receptor tiene que aceptar lo que se le da. Según Mauss, el don consta de tres obligaciones: dar, aceptar el don y devolverlo.
No obstante, Lévi-Strauss criticó a Mauss no dar explicación a la necesidad de devolver el don. Según Lévi-Strauss, cuando el espíritu humano no puede explicarse las cosas, inventa ideas vacías (hau, mana, manitu) que expresan el inconsciente. Son la demostración de que somos animales simbólicos y de que lo simbólico prevalece sobre lo real.
¿Y que tiene que ver esto con el don? Para Mauss, el individuo se ve obligado a devolver lo que se le da -a saldar su deuda, por decirlo de otra manera-, debido a causas místico-religiosas: “Lo que llevaría a quien lo recibió a devolver un don sería una fuerza, un ‘espíritu’ presente en el objeto recibido”, afirma Godelier. Porque los objetos “poseen alma”.
Mauss, por su parte, decía que el objeto dado era a la vez “inalienable y alienado”, ya que el donante está presente en la cosa dada. Lévi-Strauss cree que la razón de esta dicotomía está en la inconsciencia del ser humano, Mauss, sin embargo, cree que se encuentra en las creencias conscientes de las sociedades. Para Godelier, radica en la idea de propiedad: cuando un objeto se da “lo que se conserva es la propiedad, lo que se dede es el derecho de utilización para otros dones pero no para otros usos”. Godelier se basa aquí en el sistema de intercambio ceremonial, el kula, analizado por Weimer y Damon en las Trobiand.
A Mauss, por su parte, le interesan los dones que son “socialmente necesarios” para que existan relaciones sociales, lo que denomina prestaciones totales. Esto quiere decir dos cosas: que el don tiene una dimensión económica, política, religiosa y artística y que el don arrastra ‘contradones’ que mueven a la sociedad. Mauss distingue además entre prestaciones agonísticas y prestaciones no agonísticas. El punto de partida de su análisis está en las no agonísticas o no conflictivas.
Godelier explica estas prestaciones a partir de Mauss pero basándose en su trabajo de campo en Nueva Guinea, acerca del intercambio de mujeres entre linajes y los clanes en la sociedad Baruya. És cree que”volver a dar no es devolver”: cuando un linaje entrega a una mujer, crea una deuda y se encuentra frente al otro en relación de superioridad, pero cuando el que recibe devuelve su deuda ‘devolviendo’ a otra mujer, el que dio primero vuelve a estar endeudado, en una posición inferior. Los contradones, por tanto, son los que crean “flujos de servicios, de ayuda y de solidaridades”. De la misma manera, la reciprocidad en los dones conduce a la redistribución igualitaria de los mismos.
Las prestaciones agonísticas, por otra parte, hacen referencia a los dones en que domina el principio de rivalidad y el antagonismo, el polatch. Se trata de donar para romper la reciprocidad, la deuda. Mauss señala que se trata de una “guerra de riquezas, destinada a conquistar títulos, estatus, poder”, y en la que los rivales ganan a los generosos: donar más que los demás es lo importante. El polatch sería una práctica para conseguir o mantener el poder y “el medio para acceder a él es la acumulación y redistribución de bienes de subsistencia consumidos durante los festines”. Al final, gana el más rico, hasta que otro con más polatch lo reta.
Los nuevos trabajos de Malinowski y otros autores sobre las estructuras indígenas y el kula (sistema de intercambio de bienes melanesio que funcionaba igual que el polatch) demostrarían, por otro lado, que “una cosa dada puede ser alienada por su propietario y seguir siendo de su propiedad”.
Volviendo a la distinción de dones de Mauss: Weiner se basa en estas prestaciones llegando a la conclusión de que las que más se dan en cualquier sociedad son las no agonísticas, las recíprocas, y introduce una idea nueva: las cosas no sólo se dan o se venden, sino que también se guardan. Los objetos guardados son los objetos sagrados, simbólicos, que se presentan como dones que los dioses han hecho a los antepasados y que hay que conservar porque son un elemento identitario y una fuente de poder. Son éstos objetos “inalienables y inalienados”. Quien los posee tiene autoridad sobre los demás seres humanos, que están “encadenados” por siempre jamás a una deuda originaria que “ningún contradón puede borrar”, debido al poder sobrenatural, religioso, que los objetos sacros tienen.
¿Qué lugar ocupa el don en la sociedad mercantilista predominante? La vida, desde que nacemos, “se instituye como un don y una deuda”. Godelier cree, sin embargo, que “la expansión del mercado tiene sus límites” y que “estos deberían ser claros” porque “los hombres no sólo viven en sociedad sino que producen sociedad para vivir”. Para que haya sociedad, el autor piensa que tienen que darse tres ideas: la de dar, la de vender o intercambiar y la de conservar.
En el sistema capitalista hegemónico de la actualidad occidental, vender y comprar se convierten en las actividades predominantes, que separan a las personas de las cosas. Guardar, sin embargo, es unir a las personas porque “en esa unión se afirma una identidad histórica que hay que transmitir”.
Así pues, parece ser que para salvar la identidad de toda sociedad se hace imprescindible guardar, no sólo usar y tirar...
by Carmen, una antropòloga innocent