lunes, 17 de marzo de 2008

Cuéntame un cuento

Sobre la triste historia vital de una pestaña que cayó de un ojo que padecía la borrosa e imborrable enfermedad del Estigmatismo y lo que aconteció antes y después de la caída

No saben qué difícil se torna la vida de una pestaña cuando cae al vacío. Somos muchas, pero cada una de nosotras es única. Algo que las damas no deben tener demasiado en cuenta porque se pasan media vida impregnando nuestra existencia de negro. ¿Y para qué? Para presumir y luego borrarnos con toallitas humedecidas. Esa, esa fue la última vez que estuve realmente viva. Después dejé de ver todo lo que mi ojo veía, una visión de una extrañeza singular debido a su borrosa e imborrable enfermedad.
Si les explico esta historia no es porque no sepa de lo que estoy hablando. Siendo una pestaña que ha sufrido este movimiento contraproducente tengo razón de más para sufrir un desprecio exacerbado hacia todo ojo viviente y hacia mí misma, ahora que no pertenezco a ninguna retina y estoy a las puertas de la muerte. Todo fue tan rápido... tan confuso... Créanme, no resulta fácil explicarlo.
El astigmatismo es un problema en la curvatura de la córnea que impide el enfoque claro de los objetos cercanos y lejanos. Esto se debe a que la córnea, en vez de ser redonda, se achata por los polos y aparecen distintos radios de curvatura en cada uno de los ejes principales. Por ello, cuando la luz incide a través de la córnea se obtienen imágenes distorsionadas.
Pero no quería hablarles hoy del astigmatismo, sino del Estigmatismo, el origen de mi triste destino. Estigmatismo proviene de Estigmus+Matismo. Dícese de una marca o señal imborrable que se produce en la retina a causa de un movimiento contraproducente de UNA de las pestañas de la parte superior del ojo humano.
Mi ama era una damisela que padecía Estigmatismo. Sufrí una caída mortal de su ojo una noche en que llegó a casa en estado ebrio y olvidó quitarnos el rímel a mis compañeras y a mí. ¡Mis compañeras de ojo, aquellas compañeras con las que tantas visiones habíamos compartido! ¿Dónde estarán? ¿Qué verán? Y pensar que ya nunca más… Pero ¡basta! No, ¡no puedo mirar atrás! ¡Cuán dolorosa se torna entonces la existencia! No. Debo seguir luchando, aunque sea sola… ¡Debo seguir hilvanando esta, mi propia historia!
Después de caer al vacío, alguien me encontró y me sopló. Y ahora estoy aquí, sola encima de un asiento del metro, esperando a ser estampada o, en el mejor de los casos, soplada. ¿Cuántos días más estaré? No lo sé. Por eso les cuento este relato: para dar testimonio de lo ocurrido antes de desaparecer... O ¿quién sabe? Quizás aun pueda empezar una nueva vida…
Mi vida anterior era confusa, pero al menos era una vida digna de ser vivida porque estaba acompañada. Mi vida anterior pertenecía a un ojo que padecía Estigmatismo, como les he dicho. Cuando una pestaña nace en un ojo de este tipo es ya imposible que pueda ver algo real: está predestinada a verlo todo distorsionado. ¿Cómo voy a saber si estoy realmente aquí, si esto es realmente un asiento? ¡¡Ohh, triste existencia!! ¡¡Sola encima de un asiento y sin lucidez alguna!! Si pudiera renacer… Pero provengo de donde vengo: mi origen es el Estigmatismo. Ni siquiera yo, una pestaña, puedo borrar mi pasado y volver a empezar.
Un momento... Qué veo aquí… O no, quizás lo que veo no es lo que es realmente. ¿Cómo saberlo? Sí, estoy segura: es una pestaña. Es un poco más larga que yo. ¡Sí, sí, sí, es una pestaña macho! Ha debido caerse de algún ojo caballeresco. ¡Y está aquí, tan solo a unos centímetros de mí! ¿Me verá? ¡¡Podríamos empezar una nueva vida juntas!! Dejaría este menosprecio exacerbado hacia mí misma si pudiera reunirme con esa pestaña viril. Quizás ella venga de un ojo más realista que de donde vengo yo y pueda devolverme la lucidez. Quizás su ojo estaba siempre abierto. Quizás podríamos formar otra visión conjunta: yo lo vería todo más claro y ella soñaría más… Pero ¡¡¡ohh, desánimo...!!! ¡Necesito un soplo para llegar hasta ella!
¡¡¡Aaay!!! ¡Cuán vanas se tornan nuestras esperanzas cuando se acerca la última hora! Recuerdo que otra amiga pestaña me contó que otra amiga pestaña se cayó y se quedó enganchada en una mejilla. Alguien la vio, la cogió con los dedos y la frotó con desprecio. Estando entre aquellos dedos crueles, escuchó cómo una vocecita decía, irónica: “Ohh, no se te va a cumplir tu deseo”. Al rato la soplaron, pero ya no pudo volar libre hacia otro lugar. Nunca, nunca más supimos de ella. ¡Qué injusticia! ¿Es que no saben los humanos que nacemos con la única misión de abrir y cerrar el ojo? ¿Cómo no va a enfadarse cualquier pestaña si, además de que la soplen, la hacen llevar la enorme responsabilidad de cumplir los deseos de los demás? ¿Y qué pasa con los suyos? ¡Qué inhumana desconsideración!
Pero no es eso lo más triste. ¡Lo más triste es que estoy marcada de por vida y no puedo llorar si no pertenezco a ningún ojo! ¡¡Mi único destino es morir!! ¡A una pestaña, cuando cae al vacío, sólo le queda entonces enfadarse! Es el destino de toda pestaña cuando hace un movimiento contraproducente: ¡enfadarse para después morir!
¡¡Y lo peor es que no sé cuantos días más estaré sentada aquí, quizás un asiento de metro, completamente sola, viendo algo que no sé si es lo que veo y con este desprecio exacerbado hacia mí misma!! ¡¡¡Ohhh, qué solas se quedan las pestañas!!!
by Carmen

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