martes, 11 de septiembre de 2007

Pensar, reencontrarse, conocerse. Esas cosas.

1. Retomo una libreta que tenía por el cajón de la mesita, enterrada en calcetines de todas las épocas y de todos los tamaños. Es una libreta Enri, cuadriculada, pero caótica. Romántica hasta la enfermedad. Melancólica. Llena de ilusiones, de sueños, de dudas. De ganas de vivir, al fin y al cabo.
2. Así que, sin quererlo ni beberlo, me encuentro conmigo y aunque no me reconozca, me conozco.
3. No me transcribo por pudor espiritual y porque cualquier tiempo pasado no fue ni mejor ni peor, fue como tuvo que ser: maravilloso, desastroso, en construcción.
4. Transcribo, eso sí, algo que no era mío y que tuvimos que leer en el primer seminario de la carrera. Se trata de Si esto es un hombre, de Primo Levi, un químico que sobrevivió a Auschwitz y dedicó el resto de su vida a contarlo:
Los que vivís seguros
En vuestras casas caldeadas
Los que os encontráis,
al volver por la tarde,
La comida caliente y los rostros amigos:
Considerad si es un hombre
Quien trabaja en el fango
Quien no conoce la paz
Quien lucha por la mitad de un panecillo
Quien muere por un sí o por un no.
Considerad si es una mujer
Quien no tiene cabellos ni nombre
Ni fuerzas para recordarlo
Vacía la mirada y frío el regazo
Como una rana invernal.
5. "Ellos llenan mi memoria con su presencia sin rostro, y si pudiera incluir en una imagen todo el mal de nuestro tiempo, eligiría esta, que me es familiar: un hombre (...) en la cara y en los ojos del cual no se pueda leer ningún rastro de pensamiento".
"Y sobre todo, la voluntad de reconocer siempre, incluso en los días más oscuros, en mis compañeros y en mí mismo, hombres y no objetos, y evitar así la humillación y desmoralización que llevaba a muchos al naufragio espiritual".
6. "No pienses tanto", dicen algunos. "A palabras necias, oídos sordos", pienso yo.

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