domingo, 1 de noviembre de 2009

A la sombra del otoño

Llegó el otoño.

Es curioso cómo, a pesar de que cada año se repite esta misma frase, siempre le pilla a uno por sorpresa, con el ánimo desprevenido, aun risueño. Las hojas otra vez extendidas como una alfombra ocre en las aceras, en las plazas, en los paseos, en las calles, en los puentes, en las esquinas, que muchas veces son compartidas por sin techo que hacen de ellas (de las esquinas) su hogar, y de ellas (de las hojas) su edredón.

Siempre he creído que el otoño es necesario para el espíritu, para calmar los aires (internos) y dar luz (y sombras) a los rincones de la memoria, que el verano muchas veces olvida. Luego vendrá el invierno, pero lo hará, eso sí, con cierta discreción.

Pero como iba diciendo, siempre me he obstinado al otoño, no sin cierta pereza y sin cierto rencor por llevarse los días largos y las tardes de Sol creciente en que se compartían terrazas, ilusiones, incertezas, risas, palabras. Y aunque sé que algunas terrazas siguen abiertas, siento que ya no es lo mismo, y que tendré que acostumbrarme.

Como me obstino también, sin buscarla, a su sombra, que lleva por nombre Melancolía, a la que uno nunca acaba de abandonar porque nunca puede esconderla del todo, y menos cuando el cambio de estación viene irremediablemente acompañado por Ella, siempre con ese halo azuloscurocasinegro que tienen las personas que llevan su sello en el temperamento, aunque el carácter se haya teñido de otros matices más festivos.

Después de la tristeza non-grata, sin embargo, uno empieza a sacarle el fruto a la estación seca, y también a la Melancolía: así, lo que antes eran terrazas con relojes parados ahora pasan a ser bares con aroma a café caliente y sabor a té con mucho azúcar, donde uno va a refugiarse de la soledad o en la soledad, a no ser que sea viernes, sábado o domingo (por lo general), ya que toda la sociabilidad del verano se aclimata un poco o un mucho debido al trabajo -o a la falta de él, en estos tiempos que corren.

De manera que uno vuelve a pasear sus ensoñaciones en solitario, a pensar en no-se-sabe-qué-sé-yo, a la rutina de perder el tiempo en aburrirse o en añorar o en no se sabe qué sé yo qué más (quizás divagaciones ocres).

Y así van pasando las noches, los días, y uno vuelve a pensar en que pasan, acompañado por su sombra. ¿Será eso la Melancolía?


by Carmen

(Perdón por la 'tristeza'. Siempre fue incluida en el pack)

1 comentario:

Amanda dijo...

La melancolía debe de ser una especie de nostalgia que no-sé-yo-por-qué aparece y que, yo creo, se lleva en los genes, así que ánimo... :)